El alma es el elemento esencial del ser humano, en ella se ocultan los sentimientos y las emociones, nuestra alma regula nuestra actitud, cuanto más llena esté, más dicha nos transmitirá, pero si ésta está rota, mutilada, roturada y torturada, no sentiremos ni siquiera tristeza sino, un vacío profundo y opaco en nuestro corazón, desde que esto pasa no responderemos de nuestros actos. En este triste mundo hay varios ejemplos de personas rotas, de seres humanos, que en un tiempo tuvieron éxito en la vida y terminaron sus días consumiéndose en las drogas o en el alcohol, abogados, profesores, filósofos, poetas, artistas, albañiles, gente de toda clase y fisonomía cuyas almas se rompieron y cuya grietas fueron irreversibles. Otras personas sin embargo, lograron alcanzar la luz de la felicidad, es el caso del director de cine americano Martin Scorsese, que después de dos fracasos comerciales estrepitosos (New York New York, The last waltz) cayó en una profunda crisis existencial y desarrolló una peligrosa adicción a la cocaína. Después de una rehabilitación psicológica y física, logró encontrar el camino y realizó el que pensó iba a ser su último film (se planteó dejar el cine) "Toro Salvaje", basado en la vida de otra persona rota, el boxeador Jake LaMotta. Solo una luz puede curar las heridas de una persona rota, y esa es la búsqueda de la felicidad, no deprimirse por cosas tan inútiles como el dinero o el trabajo, porque la felicidad reside en las cosas pequeñas de la vida, como la familia.
Esta es la escena final de "Gritos y susurros", una película del director sueco Ingmar Bergman, en la que cuenta las últimas horas de una enferma de cáncer (persona rota) y la reacción de sus hermanas tras su muerte, el director sueco analiza el origen de la felicidad y critica la frialdad de la sociedad sueco. Reparto magnífico: Harriet Anderson, Liv Ullmann e Ingrid Tullin.
Antonio Rodríguez Cruz